Durante mi última etapa la empresa había encomendado al tonto útil un objetivo imposible.  En consecuencia sufrí un acoso laboral tal que a la postre denomine terrorismo laboral.

Querían hacerme firmar de forma voluntaria un empeoramiento de mis condiciones laborales y como no podía ser de otra manera me negué.

J. C.» El sheriff » ya me había informado que quería una reunión conmigo en la sala de juntas.

Ya era vox populi y todos aseguraban que me iban a ofrecer hacerme fijo en la empresa.

Mi desarrollo en la organizacion no era para menos!

Había contribuido a que la empresa funcionase mejor cada día con mi esfuerzo sumado al de todos!

Si conseguía ese objetivo habría conseguido mi sueño! Y se abrirían nuevos horizontes de forma que ansiaba esa reunión.

Quería sorprender a mi esposa y cuando llegó el gran día acudí con el teléfono grabando la conversación.

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Todo es  legal!

No es necesario avisar a tu interlocutor de que estás grabando. Es tu propia conversación.

Cual fue mi chasco cuando el sicario me comunico la argucia trazada:

Había que convencerme de que mi contrato estaba fuera de la legalidad y por tanto era necesario actualizarlo.

La modalidad elegida era un nuevo contrato por coberturas lo cual significa hoy trabajas hoy cobras hoy cotizas y si mañana no trabajas pues ni cobras ni cotizas.

La traducción era que se suprimían los días de descanso y las vacaciones y por tanto esos días estabas en el paro. Un total despropósito que no estaba dispuesto a aceptar.

Evidentemente con 40 años y en la mitad de mi vida laboral la respuesta fue un no rotundo que consecuentemente  nuestro sheriff no encajó con agrado.

El sicario se había comprometido con sus superiores en conseguir hacerme doblar la rodilla  antes de que llegara el verano.

Estuvimos haciendo reuniones hasta un total de 4 horas en las que poco a poco se iba subiendo el listón de las amenazas y el tono usado de tal manera que ya se pasaba de las recomendaciones a las amenazas.

Si no aceptas te despedimos!

Era la frase más repetida y que más me machacaba.

El mobbing  era prácticamente diario.

Un día te quitaban el teléfono, otro día te dejaban sin mesa, te gritaban desde la entrada de la oficina delante de todos…

Después de 2 meses de mobbing estaba más que harto de amenazas de despido. No se podía vivir en esa tensión continua.

Encaré con el sheriff en la escalera y le dije que lo que estaban haciendo era ilegal.

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La empresa se jactaba en su política de responsabilidad civil y de que trataban al empleado como su principal valor cuando era todo mentira.

Una mañana apareció el sheriff con una chica que aceptó lo que yo no quise aceptar. La mando conmigo y desde la puerta me grito delante de todos: enseñala! Y cuando aprenda te echamos!!

Para mi fue un punto de no retorno.

Se habia sobrepasado el límite moral de la dignidad laboral más absoluta.

En aquel mismo instante escribí un correo electrónico a Kim Fejfer, CEO de la compañía en La Haya.

Le decía que estaba siendo sometido a mobbing, que necesitaba ayuda, que el origen de las presiones venían de la dirección ejecutiva, que me diera audiencia y yo mismo  tomaría un vuelo y me plantaría en su oficina.

Me creí toda aquella propaganda en Internet. Tonto de mi.

A la semana de enviar aquel email lo rebotaron a la dirección de mi terminal, me llamaron por teléfono y me dijeron que ya no fuera más a trabajar.

Malditos bastardos!

Carrera de la rata

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